Por primera vez he decidido salir a marchar. Y es que por mucho tiempo me negaba o escudaba de no ir por miedo a desgastarme emocionalmente o sentirme vulnerable. Pero ya no más. Porque ese mismo desgaste y esa misma vulnerabilidad la sentí el otro día...
Mientras me encontraba en una reunión a lo lejos escuché a alguien hablarle a un hombre por su apodo. Un apodo que hizo que mi mente viajara varios años atrás. Y al voltear ahí estaba, la persona que una noche me intentó forzar a tener relaciones y que al decirle explícitamente que no siguió insistiendo porque mi deber era “cumplirle”. Aquel que al escuchar su apodo mi cuerpo me dijo a gritos que saliera de ahí corriendo.
Lo cierto es que en su momento no supe que lo que viví fue una agresión y lo peor es que muchas siguen sin saberlo. Porque nos imaginamos que un agresor o violador es aquel que se encuentra escondido vestido de negro esperando su siguiente presa. Pero no, el agresor puede ser cualquiera.
Es ese que te insiste cuando ya le dijiste que no o se niega a poner un condón. El mismo que te chantajea o hace bromas hirientes. Que te miente y engaña y además como “castigo” te ignora. Que te cela, ridiculiza, humilla, controla e intimida. O ese que celebra las agresiones sexuales porque esa mujer “se lo merecía”. El que dice que “no es para tanto” porque a “nosotros también nos matan” o incluso el que justifica.
Y así, te vas deconstruyendo y vas entendiendo que no eres objeto de nadie. Que tú no eres la que debe de sentir vergüenza. Pero ese sábado sí la sentí. Ese sábado huí porque mi cuerpo no lo soportó. Lo único que pude hacer fue correr al baño a llorar y escribirle a una amiga que me sacara de ahí. Pero ya no más.
Ya no me voy a esconder. Hoy escribo y comparto esto en nombre de todas las que han callado. Hoy más que nunca me uno a una lucha constante por tumbar un patriarcado que a más de una ha quebrado. Hoy a ti te abrazo y te creo.
Comentários