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Querida soledad,

Foto del escritor: Psic. Linda RamosPsic. Linda Ramos

Querida soledad,


Hoy hablé de ti en terapia. Lo hice sin darme cuenta. Todo empezó hablando sobre mi relación con la comida. Una relación muy turbulenta. Llena de altas y otras muy bajas. Y al hablar de la comida surgieron los llamados vacíos emocionales. Vacíos que he sentido por mucho tiempo y no se van. Y es que ese es el punto. Los vacíos no se van ni tampoco se llenan… solo se deben de hacer más pequeños.


Y es que toda mi vida me he dedicado a llenarlos y el gran problema con eso es que de esa manera solo se hacen más grandes. Se agrandan porque uno intenta meter y meter cosas que eventualmente se van. Y el vacío sigue ahí. Más grande que nunca. Y siendo honesta he metido de todo. Viajes, experiencias, objetos, personas y sobre todo comida. 


Porque llega un punto en que nada es suficiente. Solo crece y crece. Los viajes te hacen estar en un estado que desaparece en el instante que regresas a casa. Las experiencias te generan una adrenalina impresionante que a los pocos segundos se va. Los objetos son sólo eso… objetos. Incluso las personas, que aunque puedan quedarse por mucho tiempo, el vacío aparece y una relación de tres también. Y la comida pues… sabemos a dónde se termina yendo.

 

¿Entonces de qué se trata? ¿Cómo se llenan estos famosos vacíos emocionales? No creo tener todavía la respuesta muy clara, pero el día de hoy al escribir pude dibujar lo más cercano que sentí que se veía un vacío emocional para mí. Empezó siendo un agujero muy grande y negro. Como si al cruzarlo hubiera otra dimensión. Pero no, no había otro lugar pero si una persona.


Para ser más exactos, esa persona era una niña. Una niña perdida entre toda esa oscuridad. Esa niña que lo único que siempre quiso fue que estuvieran con ella. Que viaja pero sin conocerse primero a ella. Que a pesar de todas las experiencias lo más importante era que estuvieran con ella. Que lo material al final ella mejor lo regresa. Y que con gusto recibe la comida pero al final nada la llena.


Esa niña está atrapada en un vacío que solo una persona adulta puede sacarla. Una persona capaz de perdonar y sanar. Una persona que le enseñe el camino hacia un lugar menos vacío. La buena noticia es que esa persona trabaja día con día, de la mano de una guía, para poder rescatarla y sanarla. 

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© 2022 por Psic. Linda Ramos.

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