Hace un año estaba a punto de partir a mi intercambio. Me encontraba llena de un sin fin de emociones y pensamientos que no cabían en mi cuerpo. Tenía tantas metas que por mi mente no cruzaba que ese año que tenía planeado en el extranjero iba a terminar acortándose. Tampoco sabía si iba a lograr adaptarme o si simplemente iba a pasar un buen rato. Lo cierto es que, nunca vas a saber nada de lo que te cuestionas hasta que te vayas. Y ojo, esto aplica en muchos ámbitos de la vida.
Aprendí tantas cosas que es por eso que nació este blog. Una de ellas fue algo que logré comprender hasta que regresé. También fue gracias a que la vida me puso en mi camino a una persona muy peculiar. Esta persona en un bar decidió explicarme la teoría del punto fijo. Lo cierto es que en ese momento no logré entenderla pero tiempo después fue teniendo mucho sentido.
Esto fue textualmente lo que la persona me explicó: “Es fácil, nos obsesionamos tanto con el punto fijo que vamos siempre persiguiéndolo. Nos olvidamos de todos los caminos para llegar al punto, porque la obsesión nos marca la línea recta, el camino más corto y fácil para llegar al punto. El problema es que si llegamos al punto no habrá nada después de haber llegado, lo peor, dejamos de ver todas las oportunidades que quizá nos pudieron haber llevado hasta el punto o que quizá no. Y ahí se nos va la vida. Persiguiendo algo y no disfrutando lo que el día a día nos da.”
Y es que es cierto, se nos va la vida. Dejamos de aprovechar o de simplemente ver los tantos caminos que tenemos. Todo por aferrarnos a una meta que quizá jamás alcancemos. No estoy diciendo que hay que perder de vista nuestras aspiraciones. Estoy diciendo que hay que disfrutar el camino. Hay que perder el miedo. No hay que tomarnos las cosas tan enserio. Entender que no porque tengas todo planeado van a resultar las cosas tal cual.
La vida da mil vueltas. Cuando yo me fui creí tener todo solucionado. Creí que estar a miles de kilómetros me iba a solucionar la vida y que nunca más iba a tener que lidiar con nada ni nadie. Estaba en una total negación. En menos de un mes me dio un golpe la realidad y me di cuenta que solo estaba huyendo y que tenía dos alternativas, seguir ignorando a toda costa todo o enfrentar y sacar lo mejor que pudiera de la situación.
A mi papá le encantaría que dijera que lo que más disfrute de mi intercambio fue el estudiar y lo cierto es que no. Lo que más disfrute fue el conocerme a mi misma. El aprender a aprovechar todas las oportunidades que me da, porque todas esas oportunidades son diferentes caminos que yo puedo tomar. El agradecerle por sembrarme esas ganas de conocer todo lo que esta fuera de mi rutina. Entender que una de las mejores maneras para conocerte a ti mismo es viajando. El querer alimentar esa curiosidad.
Porque como dice una frase, si estuviéramos hechos para permanecer en el mismo lugar, entonces tendríamos raíces en vez de pies. Y como dijo aquella persona que me enseñó sobre el punto fijo, el consejo final es abrir nuestra mente a todo y no perseguir algo. Agarrar todo lo que la vida nos pone.
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