“Yo no sé cómo se olvida. ¿Por qué te va’? Ni qué hacer con el dolor. ¿Por qué te va’? Te lo pregunto otra vez. ¿Por qué te va’? ¿Qué vas a hacer para olvidarte tú de mi? ¿Por qué te va’? ¿Qué voy hacer para olvidarme yo de ti? Qué voy hacer para entender que tú te vas…”
Canta y pregunta Vicente García, en su canción “Pa Nuevayor”, mientras yo la escucho con la mano en el corazón.
No lo sé, le respondo. No tengo idea de cómo se olvida. Tampoco creo tener una respuesta para que él se olvide de mi o yo me olvide de él. Joaquín Sabina dice que la mejor manera para olvidar a alguien es dejarlo morir lentamente en la mente; sin nombrarlo, llamarle, escribirle o buscarle. Que muera poco a poco y que durante ese proceso hay que sentirlo, llorarlo y sufrirlo.
Y en ese proceso de sentir, llorar y sufrir viene el dolor. Pero creo saber que se hace con el. Creo que he aprendido a sanar. Es por eso que ahora solo veo las flores y me aferro a la idea de que si ellas florecen, aunque la espera sea larga, también lo haré yo. Y eso no significa que deje de extrañarlo cómo antes, ni de quererlo cómo siempre.
Que en el pasado ya me había tocado perder. Y aprendí que nunca se deja de extrañar a alguien que fue y será una gran parte de tu vida. Que solo queda esperar. Esperar que tal vez un día podamos estar juntos de nuevo. Que cada uno resuelva lo que tenga que resolver. Que logremos convertirnos en nuestras mejores versiones.
Que a veces uno tiene que crecer sin el otro. Porque si te pones a pensar, no todas las flores pueden florecer en el mismo jardín. Ni todas las mariposas logran emigrar al mismo lugar. Solo quiero que sepas que a dónde sea que nos lleve nuestro camino o en quién nos convirtamos, una parte de ti siempre estará alado de mi.
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