¿Qué sucedería si por un día no tuviéramos el control? Si no pudiéramos poner una alarma para poder controlar a qué hora nos vamos a despertar. Si no tuviéramos una dieta que nos dijera qué podemos comer. Si no tuviéramos responsabilidades que nos atan con cumplir. Si simplemente pudiéramos decidir en ese momento. En base a cómo nos sentimos. Sería una maravilla, pero suena muy lejos de la realidad.
La verdad es que a veces hay que tener cierto control para poder avanzar día con día. Pero, ¿qué pasa con el control interno? ¿Qué sucede con poder controlar nuestra mente? ¿Podemos controlar nuestro corazón? ¿Nuestros hábitos? Pues recientemente descubrí que cuanto más control externo quieres, menos control interno tienes. Y es que, personas como yo, vamos por la vida queriendo decidir por los demás. Y si te suena familiar creo que te estás riendo en este momento.
Lo cierto es que otra cosa que descubrí recientemente es que tiendo a tener control absoluto de lo externo pero no de mi interior. Lo primero que pensé fue “en lo único que no tengo control es en mi alimentación”. Porque es cierto. La peor relación que tengo en este momento es con la comida. La amo y la odio al mismo tiempo. Es una batalla constante entre una alimentación física y también emocional. Como porque estoy muy feliz. Como porque estoy enojada. Como porque estoy ansiosa. Como porque estoy triste. Y así, se me van las calorías en emociones.
Luego está la otra parte. Mis pensamientos. ¿Saben por qué escribo? Porque es la única manera en la que puedo ver mis pensamientos. Es la forma más cercana que tengo de poder controlarlos. Así que cuando recomiendo el escribir como una terapia, lo digo muy enserio. Porque el escribir me ha curado. El escribir me ha enseñado que no hay nada peor que dejar esas orugas en mi cerebro. Hay que sacarlas para poder transformarlas. Las mías se transforman en mariposas, ¿y las tuyas?
Ha sido muy fuerte llegar a esa conclusión. El siempre exigir orden cuando tú mismo no lo tienes. También es agotador. Y no solo para uno. Sino para las personas que se encuentran alrededor. Pero la buena noticia es que todo en esta vida se puede trabajar y mejorar. O así lo creo yo. Tal vez tú no tengas un problema con el control, tal vez lo manifiestes de otra manera. Ponte a pensar qué le exiges a los demás para después preguntarte si tu interior lo hace.
Está bien no estar bien. Y por cierto tiempo, está bien no querer estar bien. Porque el tiempo de crecimiento de cada persona es diferente. Pero no olvidemos que tenemos que crecer. No olvidemos florecer. Porque todo en esta vida evoluciona, así que empecemos a evolucionar. Empecemos a trabajar en esa necesidad de control. Empecemos mejor por conocernos. En hacer esa metamorfosis. En llegar más allá de la forma anterior.
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